Enlace Chiapas
La pandemia se mantiene entre el quédate y el sal de casa, en la encrucijada de resguardarse, buscar el sustento o pretender alguna reactivación económica.
El desafío personal y familiar no es otro más que la búsqueda de sobrevivencia a los coletazos de la crisis.
El llamado a quedarse en casa, que suena bien, es un exhorto con una vigencia no definida ante los riesgos reales de contagio de Covid-19.
En Chiapas se advierte la peligrosidad del nuevo coronavirus con nuevos casos y defunciones y bajo un hipotético semáforo de alerta permanente.
El gobierno afirma que la intensidad del virus aminora, se estabiliza, y confía en remontar la enfermedad que enluta y paraliza la vida.
El quédate en casa, en la ruta hacia el medio año de cuarentena, es una medida para evitar la transmisión del terrible virus que aplica a quienes tienen posibilidades de sustentarse.
Por decreto, los empleados de instituciones de gobierno, no todas, reciben los sueldos sin trabajar y no la pasan tan mal.
Los otros, la mayoría, ahora desempleados, salen a buscar posibilidades de ingresos para llevar algo a la mesa.
No basta la ayuda humanitaria propagada por el gobierno ni los apoyos de programas para resolver necesidades de alimentación, pagos de agua potable, luz eléctrica y gas doméstico.
El quédate en casa exhibe la inefectividad de una política asistencial y de bienestar para atender a los desprotegidos que deben salir para obtener lo básico.
La llamada Nueva Normalidad abrió el cauce para persistir en el aislamiento o traspasar la puerta hacia la esperanzada labor que proporcione algún dinero o trueque.