La Editorial 23/02/2021

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La pandemia no detiene sus pasos mortales a casi un año de haber asomado en Chiapas, donde todas las muertes y padecimientos duelen con la misma intensidad y permanencia.

El zarpazo fúnebre golpea a todos por igual. Integrantes de la labor cultural han partido en este período, afectados o no por Covid-19.

Marcharon de la esfera material después de años fructíferos entregados a su amorosa labor en la cual, con seguridad, la recompensa más importante fue sembrar y compartir las cosechas de la vocación que fue la vida misma.

El maestro José Luis Castro Aguilar, historiador y cronista de Tuxtla Gutiérrez dedicó su entusiasmo y capacidad en investigar, tejer, enhebrar el dato y publicarlo para el conocimiento y el deleite de lectores y escuchas.

Desde siempre José Luis estuvo arropado y fue arrebatado, sin desprenderse nunca, por el magnetismo de las letras y las palabras.

El maestro de la crónica hurgaba en fuentes documentales y testimoniales las entrañas del pasado, de los personajes y de las personalidades que contribuyeron a edificar la actualidad, la esencia de nuestra ciudad, de lo que somos.

Con su pluma nos adentramos en episodios históricos de la ancestral Tuchtlán, en la fuerza telúrica de las tradiciones y la potencia cultural de las raíces nuestras.

José Luís fue caminante de la ciudad que tanto escudriñó en su realidad y sus aspiraciones, que en cierto modo la reconstruyó con palabras, recuerdos e imaginación.

El cronista recogía los pedazos y los deseos del espíritu tuxtleco, por eso visitas a mercados públicos, las tertulias y a la sabrosa  libertad de las viejas cantinas  fueron  algunos recintos suyos para el diálogo y la certeza de nuestra identidad.

El estilo sobrio, franco, fidedigno, y sobre todo sencillo y pedagógico de sus crónicas en libros, fascículos y trípticos transmitió la inquietud y el interés por asomarnos a la ventana de la historia local.

Modestia y sencillez fueron la heráldica de Castro Aguilar. Se sabía de la raíz del esfuerzo, la dedicación y la entrega al estudio y al trabajo.

Una discreta alegría lo permeaba y lo contentaba en su también personalidad de poeta y narrador.

Su bagaje fue suficiente para conciliarse con los demás, y transitar las calles y algunas baldosas de aceras de los antiguos barrios, como el que lo vio nacer, donde con sus crónicas y relatos se ha dejado impregnado.

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