La Editorial
07/09/2021
Las recientes cuatro caravanas que salieron de Tapachula en su ruta al norte del país mostraron uno de sus rostros más violentos.
El centro de la ciudad, las carreteras y algunas comunidades han sido los puntos de enfrentamientos entre migrantes, elementos de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración.
El diálogo y el convencimiento para que los extranjeros no salgan de Tapachula no han bastado.
La desatención para sus trámites de regularización migratoria y la falta de empleo para subsistir han sido los argumentos para dejar Chiapas.
En la labor de contención, los agentes de seguridad se sujetan a cumplir órdenes superiores para impedir el avance de las caravanas.
En el fragor de los entrenamientos para romper el cerco, los migrantes arrojan piedras, palos y se trenzan en lucha cuerpo a cuerpo.
Las imágenes de niños y mujeres embarazadas que huyen son aún más angustiantes, como lo es que migrantes agentes de seguridad caigan lesionados.
Esa violencia se evitaría si los migrantes acataran las normas establecidas por el gobierno mexicano, por lo cual, están obligados a ello dentro de un marco legal.
